LEYENDAS
Dos volcanes enamorados
Iztaccíhuatl, la Mujer Blanca, era una hermosa princesa nahua que se enamoró de un guerrero llamado Popocatépetl, Montaña que Humea, también conocido como Popoca. Como querían casarse, el padre de la muchacha, cuyo nombre era Tezozómoc, le dijo al guerrero que permitiría el matrimonio si en la guerra que libraban en Oaxaca le llevaba la cabeza de su peor enemigo, el jefe de los guerreros zapotecas, ensartada en una lanza.La misión era muy difícil de cumplir, el padre de Iztaccíchuatl lo había enviado a propósito a Oaxaca, porque pensaba que nunca regresaría victorioso y moriría en esas lejanas tierras oaxaqueñas, y así no se casaría con su adorada hija.
Un mal día Iztaccíchuatl se enteró de que su amado Popocatépetl había fallecido en una batalla y, desesperada por el dolor que sentía, se quitó la vida. Poco tiempo después, Popocatépetl regresó a Tenochtitlan con la cabeza que le había exigido Tezozómoc, pero se enteró de que la princesa había muerto. Sumamente triste, el guerrero entró a la recámara de su amada, tomó en sus brazos, la llevó al monte, y la cubrió completamente de hermosas flores.
El tlatoani Tezozómoc se asomó por una ventana de su palacio y vio dos magníficos volcanes cubiertos de nieves eternas. Emocionado, salió a la Plaza Mayor de la Ciudad de Tenochtitlan y, a voz en cuello, anunció a todos sus súbditos que esos volcanes que se veían, eran Popocatépetl e Iztaccíhuatl convertidos para siempre en dos bellos volcanes por la magia de los dioses.Desde entonces, los jóvenes enamorados están juntos para no separarse nunca jamás y así eternizar el amor que se tuvieron cuando estaban vivos. Aún se puede ver a Iztaccíchuatl cubierta de nieve, acostada como si estuviera durmiendo, y a Popoca a sus pies, siempre atento y vigilante de que nada perturbe la paz de su amada.Sonia Iglesias y Cabrera
La ermita de la Virgen de Tecaxic
El pueblo de Tecaxic se encuentra en el Municipio de Toluca, en el Estado de México. Antes de la conquista armada de las tropas españolas, hace ya muchos siglos, fue habitado por grupos de indígenas matlatzincas. Tecaxic es un bonito pueblo que cuenta con muchos mitos y leyendas. Una leyenda nos relata que poco después de la conquista española, llegaron al pueblo varios frailes franciscanos para evangelizar a los indios, y para que los colonizadores españoles vivieran en él. Desde esa época, el poblado tomó el nombre de Santa María de la Asunción Tecaxic.Poco después de la conquista española, llegó al poblado una tremenda epidemia que mató a todos los habitantes de la localidad, menos a dos hombres. Terriblemente asustados y consternados por encontrarse solos y sufriendo por la muerte de sus vecinos, decidieron abandonar Tecaxic. Al irse estos dos sobrevivientes, el pueblo quedó completamente abandonado, al igual que una ermita que había sido construida por todos los pobladores. En dicha ermita se encontraba una imagen de la Virgen de la Asunción, que había sido pintada al temple sobre un lienzo fabricado por los indígenas. Al quedar abandonada y sin recibir ninguna clase de cuidados, la ermita empezó a agrietarse, sus puertas se cayeron y el sol, el agua y el viento entraban libremente, hasta deteriorar la bella imagen de la Asunción que empezó a desteñirse.
Un cierto día en que caía un fortísimo aguacero, un vecino del pueblo de Almoloya de Juárez, llamado Pedro Millán de Hidalgo, buscaba desesperadamente donde refugiarse de las aguas que ya lo habían empapado en su tránsito hacia la ciudad de Toluca para efectuar ciertos negocios. En ese angustioso momento se percató que de la ermita salían cantos religiosos y se veían muchas luces maravillosas. Como sabía que Tecaxic estaba despoblado, pensó que los cantos eran de voces indígenas, y las luces velas que los mismos indios encendían. Entonces, le llamó a los cantores en lengua náhuatl, asegurándoles que no tuviesen miedo, pero nadie respondió. El hombre decidió sacar su espada y entrar a la capillita, pero no encontró a nadie.
Al enterarse del prodigio Joseph Gutiérrez, padre superior del convento principal de Toluca, decidió que debía edificarse un santuario dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles de Tecaxic. Muchos señores importantes de varios pueblos ayudaron económica y materialmente en la construcción, y mientras trabajaban hasta el cansancio por el día ayudados de albañiles, por la noche los ángeles contribuían a la edificación, acompañados de música de chirimía y teponaztle que ejecutaban tres seres vestidos con tilmas y que levitaban, es decir, no pisaban la tierra.
Sonia Iglesias y Cabrera
Sandova
Desde hace ya mucho tiempo en el poblado de Chosto de los Jarros, en Atlacomulco, Estado de México, los mazahuas creen que existe una enfermedad que les da sobre todos a los niños menores de cinco años que se llama Sandova, máxime si tienen un espíritu débil. Si por casualidad o por descuido se deja a un infante sentado en el suelo de tierra virgen, o en algún sitio donde hubiese ocurrido una catástrofe, como la muerte de una persona, el espíritu del fallecido se apodera del alma del niño.Cuando los niños enferman de (o por) Sandova se ponen muy inquietos, nerviosos, y a las dos horas les viene una tremenda gripa, la cual, afortunadamente, se quita cuando dan las doce del mediodía o las siete de la noche. Es porque Nejomu, el Aire de la Tierra, y espíritu que cuida a todos los demás entes mágicos que cuidan la Tierra, tiene hambre y se come el alma del niño.Para que el infante sane se deben de hacer cuatro tamales con galletas de animalitos. Además se forma una cruz con las galletas y se atan con un hilo rojo. Después, se coloca un ramo de flores encima de los tamales. Es necesario que la persona que haga los tamales no tenga ningún contacto con el niño; de no seguir esta norma la curación no tendrá efecto alguno.Los abuelos dicen que los cuatro tamales representan a los cuatro puntos cardinales; así como a los cuatro elementos de la naturaleza, que son espíritus sumamente fuertes. Ellos son: la tierra, el fuego, el agua y el aire.Cuando ya se tienen preparados los cuatro tamales se soba el cuerpo del niño con los mismos. Luego se ponen los tamales en el sitio exacto en el que el infante se sentó y atrapó la enfermedad, más alguna ofrenda que se le dedica a Sandova. Se agrega una cruz formada con monedas cerca del primer tamal y se le ruega al espíritu que deje en paz al enfermito. Una vez contentado Sandova con los tamales de la ofrenda, a la hora señalada el niño sana y se le quita la gripa. La ofrenda también puede colocarse en las encrucijadas de los caminos.Sonia Iglesias y CabreraEl templo que se derrumbó
Cuenta una antigua leyenda de Teocalhueyacan, un poblado otomí que se encuentra en el Valle de México, a tres kilómetros de Tlalnepantla, y que ahora se conoce como San Andrés Atenco, que a raíz de la conquista española los frailes franciscanos decidieron edificar un templo dedicado a San Lorenzo. Lo construyeron en los terrenos de un teocalli que los conquistadores habían destruido en sus ansias por acabar con todo vestigio de las culturas indígenas. Para hacer el templo no dudaron en utilizar las piedras y el material del templo desaparecido. El Templo de San Lorenzo era muy visitado por los habitantes del pueblo de Teocalhueyacan, que acudían a las misas y a los oficios religiosos que se llevaban a cabo en el sagrado recinto.Una terrible noche, el templo se hundió y al amanecer no quedó nada de él. Los feligreses estaban muy tristes y asustados por tal hecho que no se explicaban.Ante la carencia de la iglesia los habitantes del Teocalhueyacan, optaron por acudir al templo de Corpus Christi situado en Tlalnepantla. Pero como era muy largo el camino que tenían que recorrer para asistir a los servicios religiosos, decidieron que lo mejor era construir una nueva iglesia. Sin embargo temían que ocurriera lo mismo, y que volviera a hundirse.Después de mucho pensar y discutir acerca de lo que debía hacerse, los responsables de la edificación tomaron la decisión de construirlo en otro lugar del pueblo. Lo edificaron a la falda de un cerro y cerca de un río. Pero ya no fue el Templo de San Lorenzo, sino que se le dedicó a San Andrés Apóstol y se inauguró en el año de 1700.Sonia Iglesias y CabreraLa Tlanchana, la Campana, y el Diablo
A siete kilómetros de la Ciudad de Toluca, capital del Estado de México, se encuentra el poblado de Metepec, llamado en lengua matlatzinca Nepintatiui, En la Tierra del Maíz. En la cima del cerro de Metepec, también llamado Cerro de los Magueyes, se encuentra situada la Capilla de Metepec. Esta capilla le gusta mucho a la Tlanchana (Atltonan Chane), una hermosa diosa que es mitad mujer y mitad serpiente acuática, venerada por los indios matlatzincas por sus poderes para mantener el equilibrio entre la tierra y el agua.Le gustaba a la Sirena, como también se la llama, porque la capilla contaba con una campana de oro, que cuando repicaba producía un fascinante sonido que se expandía a muchos kilómetros de distancia. A la Tlanchana le encantaba escucharla todos los días y consideraba a la campana como de su propiedad. Pero en una fatal ocasión, el malvado Diablo decidió robarse la campana. Cuando la tuvo en sus manos la escondió en una de las tantas cuevas que tiene el Cerro de Metepec.Cuando supo del robo la Tlanchana, casi se volvió loca de la tristeza. Desde un montículo de tierra rodeado por agua, situado en el Barrio de San Miguel, la Sirena veía hacia la Capilla donde estuviera su adorada campana, y lloraba a moco tendido, y le cantaba las canciones más tristes que se sabía. Su llanto y su canto hubiesen podido conmover al ser más maligno, pero no al Diablo que disfrutaba con el sufrimiento de la pobre diosa.La campana nunca fue devuelta por Satanás. Desde entonces, por las noches iluminadas por la luna , se puede ver a la Tlanchana sobre el montículo, se escucha su llanto y sus tristes canciones, y hasta hay quien afirma que se escuchan las estridentes carcajadas de don Diablo.Sonia Iglesias y CabreraLa Sirena y el Sireno
Cuenta una leyenda otomí del Estado de México que cerca de San Miguel Ameyalco existían dos manantiales de hermosa agua cristalina. En uno de ellos vivía una bella Sirena; en el otro habitaba un Sireno. Ambos se querían mucho y pasaban la mayor parte del tiempo juntos, bien fuera en un manantial o en otro. No vivían juntos porque les gustaba tener privacidad. Pero un nefasto día la hermosa Sirena se murió por causas desconocidas y el Sireno se quedó solo muy acongojado y triste sin su pareja y con ganas de tener una nueva.En cierta ocasión una muchacha que estaba a punto de casarse, se fue a lavar las manos al manantial del Sireno, pues se había ensuciado con una fruta que comía por el campo mientras se paseaba para calmar los nervios que le producía su cercano enlace. Cuando metió las manos al agua vio una pequeña tinaja que contenía monedas de oro, collares, aretes, brazaletes, anillos y muchas joyas también de oro, acompañadas de bellos listones de todos los colores para adornarse el cabello.Al ver esa maravilla de joyas y aderezos, la joven se inclinó más hacia el agua a fin de poder tomar la tinajita y llevársela, pues ya se imaginaba lo bella que se vería el día de su matrimonio con tan suntuosas joyas. Al tomar la tinaja, la joven desapareció en el agua y nunca se la volvió a ver. El Sireno se la había llevado para que fuera su nueva pareja. Con el tiempo a la muchacha perdió las piernas le salió una cola, y pudo respirar dentro del agua sin morir, se volvió Sirena.En el pueblo de San Juan Ameyalco nunca se volvió a ver a la muchacha. Su novio murió de pena, pero ella pudo lucir las deslumbrantes joyas con su marido el Sireno.Sonia Iglesias y CabreraMITOS
El Pájaro Azul y el Coyote
Cuentan los abuelitos que hace ya mucho tiempo, el hermoso Pájaro azul tenía las plumas descoloridas y muy feas. Pájaro Azul vivía cerca de un lago cuyas aguas tenían un bellísimo color azul. Cada día Pájaro Azul se bañaba en el lago cuatro veces y cantaba feliz:
Hay un agua azul.
Se encuentra aquí.
Yo entré al agua,
Y me puse todo azul.
Se encuentra aquí.
Yo entré al agua,
Y me puse todo azul.
El cuarto día que Pájaro Azul se bañó en el lago, todas sus plumas se le cayeron y salió del agua completamente desplumado. Pero el quinto día, al salir del agua vio que sus plumas volvieron a crecer y eran azules.
Durante todos estos días, el dios Coyote había estado observando a Pájaro Azul para cazarlo, pues estaba famélico, pero le daba miedo entrar al agua azul. Al quinto día, Coyote le preguntó al ave: -¿Podría usted decirme cómo fue que sus feas y descoloridas plumas se le convirtieron en esas plumas azules y hermosas? Es usted la más bella ave que vuela por los cielos. ¡Yo también quiero ser azul! Pájaro Azul le respondió que se había bañado en el lago cuatro veces, mientras cantaba una canción. Como el pájaro era muy bueno, le enseñó la canción a Coyote. Esperanzado con ser azul, Coyote hizo su miedo a un lado y se arrojo al agua, acción que repitió durante cuatro días, sin olvidar la canción que le enseñara el ave. Al quinto día, Coyote lucía un esplendoroso color azul. Muy orgulloso de su nuevo color, se puso a pasear por todos lados, miraba a todas partes para ver si alguien se daba cuenta de lo fino y hermoso que se veía.
Entonces se puso a correr rápidamente mirando hacia el suelo para ver si su sombra era también azul, tan ocupado estaba que no se dio cuenta que chocaba contra un tocón de un árbol, el cual se cayó y levantó un montón de polvo de tierra por todos lados que la cayeron a Coyote en su pelaje. Desde entonces, todos los coyotes son del color del polvo de la Tierra.
Sonia Iglesias y Cabrera
El dios que se convirtió en venado
Hace muchísimos siglos en el cerro Curutaran, Juego de Pelota, se enfrentaron para jugar dos dioses: Cupanzieeri y Achuri Hirepe, dios de la noche. Jugaron durante todo el día con mucho brío, pues ambos dioses querían lograr el triunfo. Al llegar la noche, el juego se terminó con la victoria de Achuri Hirepe, por lo tanto el dios Cupanzieeri fue sacrificado en el templo de Xacunan, la Jacona actual. El ganador, a más de la victoria, obtuvo a la mujer de Cupanzieeri que se encontraba embarazada en ese momento. A los pocos meses nació Siráta-Tápezi, hijo del dios perdedor. Las pikurpiri lo escondieron en un pueblo localizado en la sima de un cerro, al que se conocía con el nombre de Akuntaro. Ahí se crió el muchachito, quien resultó muy hábil para la cacería, y el manejo de la flecha y la honda.
Cierto día que se disponía a cazar se encontró con una iguana, ésta le habló y le dijo que no la matase, que le iba a revelar un secreto. Le dijo que el que el joven creía que era su padre, no lo era; que el que fungía como su padre era en realidad el asesino del mismo, y que Cupanziehri había sido sacrificado en una templo por órdenes de Achuri Hirepe. Siráta se fue presto hacia el Juego de Pelota y escarbó en el templo hasta encontrar un costal que contenía los huesos de su padre. Tomó el costal y se alejó del lugar. Cuando iba caminando de camino a su casa, se encontró con una parvada de codornices y las quiso cazar; los huesos del dios se convirtieron en un enorme venado sin cornamenta, con el pelo muy largo y una cola gruesa y súper larga. El venado se echó a correr hacia el Este y le dijo a su hijo: – ¿Hijo mío, sabe que algún día regresaré por el mismo lugar por el que ahora me voy. Cuando regresé todo el pueblo se espantara como una parvada de codornices!
Cuando llegaron los españoles, todos los indios purépecha creyeron que era el dios Cupanziehri que había regresado como le hubo dicho a Siráta-Tápesi.
Sonia Iglesias y Cabrera
Kukulkán
Serpiente de Plumas, el dios maya del agua, el viento y de Venus, se conoció entre los chontales como Mukú Leh Chan, y por los quichés como Q’uk’umatz. El mismo Quetzalcóatl tolteca o tal vez el dios olmeca, “el de la voz poderosa”. De antigüedad anterior a los mayas peninsulares y a los fundadores de Chichén Itzá, donde se encuentra la famosa pirámide de su descenso en los equinoccios de marzo y septiembre, durante la fiesta llamada por Diego de Landa Chickabán, celebrada el mes Xul, en la cual el jefe de los guerreros, Nacom, se sentaba en el templo sahumado con copal a presenciar la danza Holkanakot, realizada por los guerreros, el sacrificio de un perro, y la ruptura de las ollas que habían contenido bebidas sagradas. Cuando la celebración daba término, el Nacom era conducido a su casa. Los señores del Mayapán, se reunían para la fiesta ostentando cinco estandartes de plumas, y se dirigían al Templo de Kukulkán a orar en su honra durante cinco días, hasta que el dios venerado descendía por la pirámide.
El Popol Vuh nos presenta a Kukulkan como uno de los dioses creadores, y como el dios eterno de los vientos. Venerado por los itzáes, los cocomes del Mayapán, y los tutl xiúes de Maní, todos ellos linajes de estirpe maya. En tanto que persona llegó un cierto día del siglo XI desde el Poniente, a fundar y reinar en Chichén Itzá, nunca tuvo esposa ni hijos. Cuando partió del Mayapán, se dirigió al centro de México para convertirse en Quetzalcóatl.
Dios del trueno entre los mayas, cuyo aire sale de la boca en sus representaciones estelares, aparece en varios códices representado con una nariz larga y mocha, con signos de los elementos de la naturaleza: la tierra, como espiga de maíz; el pez como el agua; el buitre como los aires; y el lagarto como el fuego. Va sobre el agua con antorchas prendidas, para sentarse en el árbol-cruz de los cuatro vientos, y desde ahí regir las cosechas y esperar el término de los tiempos.
Sonia Iglesias y Cabrera
El Faisán, El Venado, y la Serpiente de Cascabel
Un buen día, Itzamná tuvo el capricho de crear El Mayab, un lugar paradisíaco en la Tierra que fuera muy bello. La lleno de plantas y flores, de cenotes y de cuevas. Cuando estuvo listo, regaló el Mayab a los hombres. Agregó tres animales para que vivieran siempre es esa hermosa región: el Faisán, el Venado y la Serpiente de Cascabel. Todo era felicidad y paz en El Mayab, hasta que cierto día los Chilam, los sacerdotes sagrados, convocaron a todos los habitantes para anunciarles que pronto llagarían a las tierras en que vivían unos extraños hombres que llegarían de lugares muy lejanos. Vendrían armados con poderosas armas y pelearían y matarían a muchas personas. Y todos serían esclavizados. Al oír estas terribles palabras de los Chilam, el Faisán se escondió de inmediato en la selva y dejó de volar, como antes lo hacía. Cuando el Venado se enteró de lo que le esperaba a los mayas, lloró tanto que sus lágrimas formaron aguajes y sus lindos ojos quedaron húmedos para siempre. La Serpiente de Cascabel cuando supo de la inminente catástrofe que se acercaba, decidió luchar contra los enemigos, y se inventó un nuevo sonido en sus crótalos. Llegaron los conquistadores y vencieron a El Mayab. El más importante de los sacerdotes decretó que los tres animales creados por Itzamná tendrían una importante tarea que cumplir en la Tierra: -¡Mientras en El Mayab existan las ceibas y las cavernas continúen abiertas, siempre habrá la esperanza de que llegará un día que los mayas recobren sus tierras unidos en el combate. Recibirán tres señales: la primera será cuando vean al Faisán volver a volar muy alto sobre los árboles; la segunda señal la traerá el Venado, cuando sea capaz de atravesar las tierras de El Mayab de un solo salto; la tercera señal estará dada por la Serpiente de Cascabel, que recuperará la hermosa música que producía con sus crótalos y deja el horrible sonido que ahora escuchamos. Estas serán las señales de que nuestra victoria se acerca. Ese glorioso día aún no ha llegado, pero los sagrados animales están listos y preparados: el Faisán alisa y cuida sus alas; el venado afila y limpia sus pezuñas; y la Serpiente de Cascabel frota sus cascabeles continuamente.
Sonia Iglesias y Cabrera
Las tonas
Los indios mixes tienen la creencia de que las personas son poseedoras de dos almas: Una de ellas es el alma mortal; la otra, nunca muere, ya que es inmortal. A esta alma se la nombra tso’ok, o sea, tona o tonalli. La tona entra en el hombre cuando hay coincidencia entre su nacimiento y el de algún animal. De tal manera que el hombre y el animal quedan para siempre unidos indisolublemente, y sus destinos serán similares.
La tona de cada persona la averigua el adivino-curandero, quien es el encargado de consultar el calendario ritual y tiene la habilidad de leer las cenizas, pues los curanderos poseen una tona fuerte y buena, a diferencia de las tonas fuertes-malas que tienen los brujos. Los demás seres humanos se caracterizan por presentar tonas débiles-buenas o débiles-malas, según sea su comportamiento.
Los brujos-nahuales, los curanderos tradicionales, tienen la capacidad de transformarse en elementos de la naturaleza y en animales; a más de que pueden causar las enfermedades y toda serie de males. Ellos pueden hacer que las personas pierdan el alma o introducir objetos de todo tipo en ellas. Cuando los brujos-nahuales han hecho daño, los curanderos pueden curar a los lastimados por medio del pulso, que les permite dar un diagnóstico acerca del tipo de daño que ha sufrido; o bien, ingieren hongos alucinógenos o semillas de la virgen para aumentar sus capacidades terapéuticas.
Sonia Iglesias y Cabrera
Zamná y el henequén
Hace muchos siglos Zamná, el héroe deificado por sus acciones benéficas para los itzáes, llegó a los territorios de la ahora ciudad de Izamal, situada a sesenta kilómetros de Chichén Itzá. En la región no había nada de agua, ni ríos ni montañas. De pronto, surgieron unas oscuras nubes en el cielo y empezó a caer una pertinaz lluvia. Todos los itzáes se pusieron muy contentos. Zamná, al ver tanta agua, decidió ir a buscar adónde podría guardar un poco para los momentos de escasez.
En esas estaba cuando se acercó a una planta cuya espina se le clavó en el muslo; la sangre brotó inmediatamente. Sus compañeros, al ver que el dios-hombre estaba herido se pusieron a cortar las hojas de la planta y a azotarlas contra unas grandes piedras planas y lisas que se encontraban cerca, para castigarla por el daño ocasionado al dios. Al ver lo que hacían sus súbditos, Zamná se dio cuenta que de las hojas se desprendían unas fibras largas y muy fuertes, y pensó que serían de mucha utilidad para todos. Entonces, el héroe bondadoso, enseñó a los itzáes a trabajar el henequén para obtener buenas fibras para hacer cestos, ropa, cuerdas, morrales, y poder atar lo que se necesitase.
Así fue como Zamná dio a los hombres el henequén y fundó en ese sitio la noble ciudad de Izamal, como le fuera señalado por los dioses.
Sonia Iglesias y Cabrera
http://www.mitos-mexicanos.com/mitos-cortos/kukulkan.html
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